La sencillez es el espejo del rostro de Cristo;
un espejo que refleja pureza y amor,
pero también fuerza, en mi eterna fragilidad.
Es la sonrisa de un niño feliz y despreocupado,
es el arrepentimiento de un hijo que, reconociendo su error,
se agarra a la pierna de la madre para excusarse;
es estar preparados para dejar todo por seguir a Jesús
como él mismo nos ha pedido.
La sencillez es el viento ligero con el que Dios
entra delicadamente en nuestros corazones, para después
desencadenar una tempestad de amor.
La sencillez está en pocas palabras: Dios es infinito.