Qué he hecho, amor mío, qué he hecho.
Lo he intentado… lo he intentado, pero no he podido.
Te he ofendido…
No he conseguido encontrar tu rostro en el que tengo al lado,
he perdido la paz… tu paz, he perdido la alegría… tu alegría.
Me siento tan poca cosa, tan pequeño… y sin embargo no consigo ser humilde.
Me siento tan vacío, amor mío, un vacío que me consuma.
Qué difícil es seguirte…
¿Cómo puedo vivir de la alegría?
Cada vez que me propongo mejorar…
recaigo otra vez, y otra, y otra…
…y me hace daño, amor mío, me hace daño.
Pero, ¿no es así el modo en que hemos aprendido a caminar?
Perdóname, amor mío, pero levántame, te lo pido, me siento tan mal…
He pecado, pero tú, te lo pido, no te fijes en mis culpas,
mira el mísero bien que hago,
y elévame, de tal modo que sea un río de amor,
que pueda arrastrar a todos conmigo,
y todos juntos podamos caminar hacia ti.
No es la primera vez que te ofendo, mi Señor,
y desgraciadamente sé que no será la última.
Perdóname, amor mío, perdóname.
¿Cómo puedo ser mejor?
¿Cómo complacerte?
¿Es así como quieres que sea mi vida?
¿Nuestra vida?
¿Una eterna lucha entre el bien y el mal?
Ya sabes, sin embargo, que tengo que perder muchas batallas
para aprender, sí, aprender a amar.
Vale.
Si esto es lo que quieres…
Hágase tu voluntad.
Sólo te pido una cosa: perdóname, amor mío, perdóname.