Soy rico, tan rico que doy envidia,
no una envida malvada, sino humilde;
no diez autos, sino diez mil.
A mis comidas, numerosos siervos
preparan platos abundantes y suculentos.
Y sin embargo, en mi palacio me siento solo.
No tengo amor, nadie a quien dar mis posesiones.
No como desde hace días, y ni siquiera tengo hambre;
vivo con mi gente en condiciones inhumanas,
y sin embargo estoy contento de ser hombre.
Nadie en el mundo se preocupa de nosotros,
prefiere despilfarro, orgullo y odio;
y sin embargo no me siento abandonado.
Cada día, junto a voluntarios y sacerdotes,
participo en la Santa Misa.
Qué alegría.
Por culpa del sufrimiento podría morir
en cualquier momento, pero no tengo miedo.
No tengo nada conmigo salvo el amor del que sufre conmigo,
y sobretodo el de Cristo.
Soy el más pobre sobre la Tierra, y sin embargo me siento el más rico.